Un sindiós
¿Quién ha hablado de la imaginación al poder? El poder jamás ha tenido imaginación, lo que tiene es muy mala hostia.
Que se lo pregunten si no a Melzer, jurista suizo y catedrático de Derecho Internacional en la Universidad británica de Glasgow nombrado en su día relator de la ONU para el Caso Assange, extradición que, según parece, está al caer.
A Melzer no le caía muy bien Assange pues, según reconoce él mismo, estaba intoxicado por el interesado discurso creado a su alrededor según el cual, Assange violador y un narcisista era además un hacker peligroso y él, por supuesto, no quería que un tipo así le manipulara.
Lo cierto es que en esta especie de sindiós empezaron a aparecer las contradicciones. Contradicciones inasumibles.
Desde las primeras acusaciones contra Assange de violación, en Suecia (que acabaron archivadas) a su presunta falta de higiene o la de que no alimentaba convenientemente a su gato. Y por eso, Melzer se dio cuenta enseguida de que allí había gato encerrado. Se habían inventado un discurso para acabar no solo con Assange (Trump dejó muy claro que lo iba a pagar muy caro por delator) sino, y sobre todo, con el periodismo de investigación y la libertad de prensa.
Pero claro, un proceso así sólo puede incoarse cuando hay un cierta o, más bien, enorme, connivencia entre el Poder y los medios. Sí, quizá hubiésemos pararlo al principio pero ahora, me temo, ya es demasiado tarde. Hemos pasado a otra cosa y estamos a punto de que lo extraditen a Estados Unidos.
En estos momentos Amnistía Internacional, abogados y juristas de todo el mundo junto con miles de ciudadanos anónimos, pero bien informados de por donde se anda el juego, claman en las cuatro esquinas del mundo en contra de esta ilegalidad. Pero ni unos ni otros comprendimos en su momento la mayúscula injusticia que se estaba cebando en nuestro compañero cuando aún teníamos los medios para hacerlo.
Y, lo que es peor, si al final se lo llevan a USA, tampoco las comprenderemos. Y no las comprenderemos porque nociones tan fundamentales como las de responsabilidad, causa objetiva, sentido (o sinsentido) de la realidad, han desaparecido o están en vías de desaparición. Hemos llegado al punto que los efectos de la conciencia moral o de la conciencia colectiva se han convertido en efectos totalmente mediáticos. Ni siquiera tenemos ya la fuerza del olvido, nuestra amnesia es la de las imágenes.
Así pues, ¿quién va a decretar el perdón si todo el mundo es culpable? Y en cuanto a la veracidad de los hechos – los que afectan a Assange u otros cualesquiera – ya nadie cree que la verdad exista: “todo es relativo”, dicen. Claro que en cierto sentido, esta estulticia sería la única operación que podría no ya disculparnos moralmente sino más bien, borrarnos el marrón de la cabeza. Hacer como si esta monstruosidad no hubiese ocurrido. Como si no hubiese pasado nada. Solo que enseguida se nos viene a la cabeza otra pregunta. Vale, pero entonces, ¿quién será el siguiente?