Mentes sordas
Ante el horror de un genocidio en vivo y en directo.
Ya ha pasado todo un año y todavía seguimos buscando la forma de sobrellevar lo inasimilable.
Lo inenarrable.
Ahora que el horror se ha convertido en una abstracción, incluso para las víctimas y los síntomas de esta carcoma nos han invadido todos. Y cuando digo todos pienso en todos, en nuestra esencia de seres humanos, nuestras ideas, lo que fue siempre la solidaridad o la esperanza. Porque en estos malditos días todo lo que sucede sugiere el fracaso colectivo de unas mentes que al parecer se han vuelto sordas. Un fracaso que se ha vuelto algo tan “endémico” que no sabemos siquiera cómo hablar de él.
Durante casi un siglo, la política, la violencia y la diplomacia no han logrado resolver lo que – desde 1948 – dieron en llamar conflicto-árabe-israelí los mismos países que lo crearon y que,por supuesto, sabían desde el principio que no era un conflicto sino simplemente una ocupación y que lo de árabe era… una forma de ocultar la realidad pues hablaban de Palestina, exclusivamente de Palestina.
Que cosa las palabras ¿verdad? Qué efectivas cuando sirven para llamar a las cosas por su. nombre. Por ejemplo:
Llamar a estos países “sinvergüenzas”. Incultos. Las dos cosas a la vez. Han carecido siempre, y buenas muestras que han dado de ello, del conocimiento suficiente para comprender hasta qué punto la realidad cotidiana que subyace su historia vital, conecta a los palestinos de todo el mundo con su tierra. Sí, eso les falta. Porque de lo que sobra a esos trileros– y estoy hablando de USA, Europa y aledaños, todos estamos al tanto: les sobra mala fe, mentiras, hipocresía, mentiras, corrupción, mentiras, embustes, mentiras, traiciones, mentiras… y seguro que me olvido de algo.
Y es que ya lo decía Hannah Arendt: “Cuando un pueblo no puede distinguir ya entre la verdad y la mentira, tampoco puede distinguir entre el bien y el mal”. que viene a ser lo que pasa con esta civilización de cuatreros que pretende obligarnos a asumir la catástrofe como un destino inexorable.
Y de paso, es decir, de paso hacia el abismo, estos malditos antisociales pretenden acelerar la cosa para sacar el máximo provecho posible. ¿Como? Pues recurriendo a la violencia y a las guerras presentes hoy en todas las esferas de la vida nacional e internacional y en prácticamente todos los países.
Y no es solamente la existencia de guerras y genocidios con saldos terribles (Gaza, Ucrania, Yemen, Etiopia, Siria) sino la terrorífica –no sé de qué otra forma llamarla – normalización de la violencia por encima de todas las convenciones y acuerdos del derecho nacional e internacional. Que es lo que hace, siempre hizo, Israel. Un engendro que se pasa por el forro a la comunidad internacional y a todas sus disposiciones. Un monstruo que se mea sin el mínimo rubor encima de todas las protestas diplomáticas del mundo mundial.
¿No hay esperanza?
Porque entretanto, seguimos intentando describir lo indescriptible sin saber muy bien lo que estamos haciendo, testigos impotentes, cómplices involuntarios del asesinato de tantos inocentes y de un genocidio que se desarrolla en vivo y en directo en nuestras narices.
Cierto, no, no sabemos qué hacer, pero sabemos muy bien lo que NO podemos hacer: callarnos.
Artículo publicado en El Faradio el 07/10/24.